- Y bien, Lola, ¿empezamos?
- Si hay que hacerlo...
- ¿Has escrito algo esta semana?
- Sí, algo sí.
- ¿Y sobre qué has escrito?
- Prefiero que lo leas.
- ¿No prefieres leerlo tú misma?
- Me da un poco menos de vergüenza si lo haces tú.
- Pues leeré yo entonces.
Y Cristóbal, sentado en su silla, al otro lado de la mesa, comenzó con la lectura, mientras Lola, acostada en el diván trataba de permanecer relajada; cosa difícil porque desde el martes apenas podía controlar la ansiedad.
"Esta semana he hecho una tontería. Bueno, igual no lo es. Ya no tengo nada claro. Aunque seguro que sí lo es. Es que cuando tomé la decisión estaba convencida de que hacía lo correcto pero ahora sé que he hecho el ridículo. Creí que podría hacerlo y no pude. ¡Seré imbécil!
El martes pasado quedé con Marcos en mi casa. Resulta que en clase había vuelto a decir que mis pechos eran grandes. Y esta vez lo había oído todo el mundo. Quería retarlo y darle un escarmiento. Él vino como un corderito.
Me desnudé delante de él obligándolo (casi) a que dijese que mis pechos eran normales y que a partir de ese momento debería convertirse en mi ángel guardián para que cuando alguien se metiese con mis pechos, él le callase la boca.
Ya sé que tengo que pasar de esos comentarios, que tengo que procurar que no me afecte las cosas que digan los demás sobre mí pero no puedo evitar sentirme mal. Me obsesiono pensando que todo el mundo me desnuda con la mirada y me siento desprotegida y frágil.
El caso es que cuando me desnudé, Marcos tuvo una erección. Hice como que no me daba cuenta pero luego, unos minutos después, pensé que podía aprovechar su calentura para seguir con mi venganza. Eso me vendría muy bien para lo que tenía planeado.
Así que me abalancé sobre Marcos, que estaba sentado en mi cama. Y comencé a desnudarlo despacio para que se excitara mucho. Quería ponerlo a cien, que no se le olvidará aquel momento jamás de los jamases. Después de la camiseta la emprendí con su vaquero que parecía que iba a reventar de la presión a que estaba siendo sometido, sobre todo en la entrepierna.
Pero ahí comenzó a torcerse mi plan. Estaba excitándome a un ritmo inesperado. Y es que Marcos me gustaba, a pesar de que fuera un gilipollas integral.
Me agaché para quitarle el pantalón y cuando estaba de rodillas en el suelo, su... bueno, su... pene me dio de lleno en la cara. Era la primera vez que veía uno a esa distancia. No tenía ninguna experiencia, a decir verdad, pero debía disimular para que todo pareciera real y Marcos no se mosqueara.
Me incorporé tratando de no perder la compostura y seguí dándole besos por todo el cuerpo. Marcos también me besaba. Sin querer me estaba dejando llevar, y olvidando el motivo por el que Marcos estaba en mi casa, en mi habitación, en mi cama porque todo lo que sentía era nuevo, y gratificante, y excitante, y...
Le pregunté a Marcos si llevaba condones. El respondió que sí. Yo le contesté por qué no se ponía uno. Y él, convincente, dijo:
- Termina de desnudarte Lola. Por favor.
Una vez que me quité los pantalones y el tanga, Marcos que se había levantado, añadió:
- Túmbate en la cama boca abajo y no te des la vuelta hasta que yo te lo diga. ¿Lo harás?
- Sí, le respondí.
Aunque debí desconfiar, no lo hice. Ya no podía pensar en otra cosa que en Marcos, en cuanto me gustaba, en que aquella iba a ser mi primera vez.
El muy cabrón se vistió rápidamente y una vez que estaba listo me pidió que me diese la vuelta, me miró triunfante y escupió por su bocaza:
- Tienes unas tetas estupendas, Lola, las más bonitas que he visto hasta la fecha, me lo puedes creer.
Yo no podía articular palabra. Y Marcos siguió con su discursito:
- Nada me gustaría más que follarte pero no me lo hago con niñatas. Cuando crezcas y aceptes que a tus tetas no les pasa nada, sino que tu problema está en tu cabecita de niñata, me llamas ¿vale. Te estaré esperando.
Seguía sin poder decir nada. Estaba aguantándome las ganas de llorar. Mal como pude agarré la colcha de la cama para cubrirme porque me moría de la impotencia, la rabia y la vergüenza.
Marcos se fue hacia la puerta para salir al pasillo, mientras decía jocoso:
- No te levantes a despedirme que ya conozco la salida.
Cuando sentí el portazo que pegó la puerta de entrada, las lágrimas ya salían a raudales y comenzaban las arcadas.
Desde ese día no he vuelto al instituto. A pesar de que mi madre me llevó al ambulatorio y el doctor dijo que no tenía nada, que sería un virus, todos los días por las mañanas finjo que me encuentro fatal y exagero los síntomas. Pero no creo que pueda mantener la farsa por más tiempo.
Todo ha sido una mala experiencia de principio a fin y me va a costar olvidarlo pero lo peor es que no puedo dejar de pensar en Marcos, en sus besos, en sus manos, en su pelo, en su olor...
¡Joder!"
Cristóbal dobló el folio por las mismas marcas que tenía la hoja y miró a Lola, que permanecía con los ojos cerrados.
- ¿Y cómo te sientes ahora, Lola?
- Si te soy sincera casi tengo ganas de reírme. Pero claro, aquí me siento protegida, a salvo. A esto se le llama "Ir por lana y salir trasquilado", ¿no?
- Supongo que sí.
- ¿Y cual era tu plan, Lola?
- Me da un poco de apuro contártelo pero que más da.
- Venga, Lola, ya hemos hablado que no hay que tener miedo a expresar los sentimientos y a comunicarse con los demás. Y conmigo ya tienes confianza, mujer.
- Ya lo sé pero es que se me hace difícil hablar de estas cosas, no estoy acostumbrada.
- Lo entiendo, respondió Cristóbal en tono comprensivo, mientras le guiñaba un ojo para darle apoyo moral.
- Pues quería darle un buen mordisco en su... pene. Como Marcos piensa con él, quería que le doliera un poco la cabeza.
- ¡Pero mujer...!, le dijo Cristóbal a Lola, conciliador. Ese tipo de situaciones sólo te pueden traer problemas. Mira lo que te ha pasado. Pero bueno, ahora ya está y hay que pensar en seguir. "A lo hecho, pecho", como dice el refrán. Bueno, perdona, Lola, que todo esto empezó por tus pechos...
A Cristóbal se le escapó una pequeña sonrisa.
- Si es que es normal que te rías, apostilló Lola también riéndose.
- Mira, al final, ya se te ha cambiado esa cara alargada que traías.
- Tienes razón.
- ¿Qué piensas que va a pasar ahora Lola?
- Que Marcos se lo contará a todo el mundo y que ahora todo el mundo me mirará más que antes.
- Bien, ahora vas a ir visualizando situaciones, desde la peor que se te pueda ocurrir hasta una en la que estés más tranquila, ¿de acuerdo? Y lo vas hacer siguiendo todos los pasos que has aprendido.
- Vale
- Venga, pues ya sabes como se hace. Empezamos. Y recuerda que debes respirar hondo.