martes, 30 de septiembre de 2008

El profesor







Diálogo 32 - El profesor

Sucesión de correos electrónicos


- Verás estoy haciendo una encuesta sobre sexo entre mis alumnas para un trabajo de estadística de la Facultad, ¿te gustaría participar?

- No sé qué decirte. Ya sé que somos algo más que alumna y profesor porque te has portado muy bien conmigo pero... en realidad me pillas por sorpresa. Hablar de ese tipo de cosas cuesta un poco. Podría intentarlo. No sé, dispara.

- Recuerda que la encuesta es a través del correo electrónico. Quizá así te dé menos vergüenza.

- Ya, ya... pero luego cuando te vea por los pasillos estaré pensando: tierra trágame.

- No merecería la pena, se perdería el mundo una mujer excepcional.

- No me adules que no me lo trago. Me estás dorando la píldora para que empiece a hablar.

- Bueno, si lo prefieres podríamos quedar este viernes. Tal vez con una copa delante te sientas más cómoda.

- ¿Es una proposición indecente?

- ¿Qué he dicho yo indecente, pequeña? Ya sé que eres una chica muy buena y muy tímida.

- Tampoco hay que pasarse. Ni tan buena, ni tan tímida. ¿Estás de cachondeo?

- Estoy hablando en serio; jamás te haría una proposición de ese tipo.

- Hombre, muchas gracias, me siento más segura... pero sólo una duda ¿es que no te gusto?.

- Gustar... gustar... si he de ser sincero... No te lo diré, te escandalizarías.

- ¿En qué quedamos?. Soy mayor para hablar de sexo y ahora resulta que me voy a escandalizar por algo que quieres decirme... No te líes.

- Es que no sé cómo empezar

- Por el principio, hombre...

- De acuerdo. Pasemos a la encuesta

- ¿Sabes que eres un idiota y que me estoy cabreando? O me lo dices de inmediato o no hay trato y te quedas sin mis contestaciones para tu jodida encuesta

- Pues es verdad que te estás cabreando. Me pone mucho ver a las mujeres así, que parece que se van a comer el mundo con patatas y luego...

- Anda, ¡conque tenemos un pequeño machista! Pues no tenías pinta, ya ves. ¡Como engañes igual en todo!.

- ¿En qué habría de engañar?

- Hombre, es un decir. No te lo tomes al pié de la letra. A mi no tienes ni que engañarme, ni dejarme de engañar. Yo no pienso en ti. Tengo cosas más importantes en las que pensar, por supuesto.

- Por supuesto, no esperaba menos de una chica lista como tú.

- ¿Pero es que te estás quedando conmigo, mi querido profesor?

- No por Dios... Bueno, ¿empezamos o qué?

- ¿Sabes qué te digo?. Que ya estoy cansada y todavía no has hecho la primera pregunta.

- Si quieres lo dejamos para el viernes, así tendrás el sábado para descansar y no te sentirás presionada pensando en el despertador de mañana. Tal vez sea eso.

- Mira, Gonzalo... si quieres tomarme el pelo... te advierto, se me está poniendo un humor de perros.

- Vale, recibido. Venga, pregunta número 1: ¿A ti qué te gusta más: hacer el amor o que te lo hagan?

- Pues no sé que responderte... depende de muchas cosas.

- Sí que estamos bien, la primera pregunta y ya empezamos con los “dependes”. Si no te atreves a responder me lo dices y asunto concluído.

- Oye, que yo no soy ninguna estrecha, entiendes... que me he acostado con un montón de tíos... para que te enteres... y todos estaban muy buenos... y hacían el amor de película...

- Vamos, que no te lo crees ni tú. Me has soltado todo ese rollo con tal de no contestar. Eres capaz de inventarte una novela por entregas para salir del paso.

- Pues mira, te lo voy a decir. A mí me gusta más... ¡ay, es que me acabo de acordar que tenía que haber llamado por teléfono a una amiga hace media hora!. Me va a matar... ¡Mierda!.

- Bueno, increíble, como en el chiste... están haciendo el amor el marido y la mujer y cuando van por lo mejor (supuestamente) va la mujer y dice: ¡ay, cariño, recuérdame que mañana ponga la bombona de butano fuera!... Eres el colmo del escaqueo.

- Pues, sabes que te digo... te lo voy a decir, sí... así que atento a la pantallita y agárrate a la silla no vaya ser que te caigas... como ya estás un poco mayor.

- Mayor es poco... me estoy volviendo anciano esperando por ti, pequeña.

- No me llames pequeña otra vez. Es la segunda vez que me lo llamas. Me he dado cuenta. Es más, puedo oír tu retintín al decirlo ¿a qué sí?.

- Entonces que, ¿quedamos para el sábado o me contestas ahora?... Señoras y señores... es su última oportunidad... jueguen... compren el último cartón que el bingo va a empezar... hay mucho dinero en juego.

- Pero ¿estás tonto? ¿eso a qué viene? ¿te ríes de mí?...

- Es que me están saliendo canas, te lo juro. Creo que no tengo nada que hacer contigo.

- ¿Hacer de que, Gonzalo?

- De la entrevista, mujer, de qué va a ser. Deja de ser susceptible conmigo... no soy ningún violador, ni nada semejante...

- Ya lo sé, no te pongas así... es que tengo que confesarte que me siento un poco rara hablando contigo de ciertas cosas. Eres mi profesor y yo tu alumna aunque nos llevemos genial.

- Me pareces una tía estupenda por eso me atreví a intentarlo contigo... tampoco nos llevamos tantos años. Y además no hay ninguna ley que prohíba que un profesor tire los tejos a una mujer que le gusta... y debo añadir que mucho.

- ¿Te has inventado todo para decirme que te gusto?. Que complicado. Con lo fácil que hubiera sido decirme: “Ana, me gustas mucho”

- Y si te lo hubiese dicho así... ¿tú qué me hubieras contestado?..

- Si me lo hubieras preguntado, cosa que no has hecho... yo te hubiera dicho... “Hombre, Gonzalo, ya era hora de que me lo dijeras”

- Anda, la presumida.

- ¿Te crees que no veo que me comes con los ojos cuando estamos en clase?... ¿Tenía yo razón al decir que ni tan tímida ni tan buena?...

- ¿Qué tiene que ver la sinceridad con el resto de cosas? Es verdad que te como con los ojos y con algo más también... ¿Sabes que me muero por besar tu boca?

- Bueno, bueno... lo que hay que oír a estas horas de la noche... es que me voy a desvelar y mañana voy a tener una cara que no querrás verme ni de lejos.

- ¿Sabes que lo dudo?.

- ¿Qué tal si empezamos de nuevo con la encuesta? Creo que me gusta más ese tema..

- ¿Es que no te gusta lo que te he dicho?

- Me asustas. Me pareces un hombre muy, muy peligroso... estoy del otro lado y oigo a las otras alumnas como hablan de ti...

- ¿Me lo vas a contar o tendré que adivinarlo?.

- No te lo podrías creer... te aseguro que al lado de algunas soy Teresa de Calcuta...

- Entonces, prefiero no saberlo... me conformo con saber todo lo que pienses tú... ¿Aceptas mi invitación del viernes?

- ¿En tu casa o en la mía?

- Yo es que había pensado en ir al cine a ver una peli de miedo... para que te agarrases muy fuerte a mí... porque estoy seguro de que te dan miedo las pelis de miedo... Bueno, son muchos miedos para una sola peli pero...

- Yo es que había pensado en prepararte una cena romántica a la luz de las velas... tengo un vestido negro estupendo que todavía no he estrenado... es ajustado, cuello de pico extralargo... abertura por detrás... hasta me pondría los zapatos de tacón por tratarse de tí... y pondría champán a enfriar en la nevera... y tú vendrías a llamar a mi puerta con un ramo de flores silvestres... es con lo que soñamos muchas mujeres... en el CD sonaría música de Frank Sinatra y tú me sacarías a bailar...

- No sigas que ya me veo venir... tengo que decirte que no creo que acabemos la canción... creo que no voy a contenerme y voy a empezar a bajarte la cremallera mientras te beso en el cuello...


FINAL 1:

- ¡Uy!... este ordenador está empezando a echar humo... tengo que dejarte. Mañana nos vemos... Por cierto, cariño... me ha gustado... realmente me has sorprendido... Le daré un beso a los niños de tu parte antes de irme a la cama... y otro para ti también. Te quiero y te echo de menos. Me gustaría mucho que estuvieras aquí... y lo del vestido tenemos que probarlo, en serio... ¿qué tal este sábado?... pueden quedar los niños con mis padres... ¿te gustaría?... Me encantaría hacerte el amor, Gonzalo, me han entrado unas ganas terribles.

- Mañana ya estaré de vuelta, ten un poquito de paciencia. Te quiero mucho, Ana.


FINAL 2:

Dos meses después ellos siguen siendo profesor y alumna pero se han hecho pareja... han iniciado una relación de la que no se sabe que saldrá... ¿pero quién lo sabe?

Ella está en casa de Gonzalo.

- Gonzalo ¿me vas a decir qué preguntas vas a poner en el examen del miércoles? (susurrándole al oído e intentado desabrocharle el pantalón al mismo tiempo).

-Ana, no seas niña... sabes que no te lo voy a decir... no puedo... no sería ético... compréndelo.

- Anda, no seas malo... (la cremallera del pantalón se ha bajado como por arte de magia y Ana sigue su camino como una locomotora).

- Ana, voy a enfadarme. No utilices juegos sucios para conseguir tus perversos propósitos.

- ¿Sabes una cosa? ( el miembro de Gonzalo ya está en su mano)... me encanta cuando te pones duro conmigo... me pone mucho… y en realidad quiero decirte que sólo te estaba probando... yo no quiero saber el examen... no lo necesito. Sabes que soy una chica muy muy responsable y muy buena estudiante.

- Ana... me vuelves loco... me gustas mucho (le dice Gonzalo susurrándole al oído)... vayámonos a la cama.

- Lo que usted diga “profe”.

Después de hacer el amor:

- Por cierto... Gonzalo... ¿qué nota crees que merezco?

- ¿Todavía me lo preguntas?... Matrícula de honor – le dice Gonzalo sonriendo y comenzando a hacerle cosquillas por la espalda.


Los dos se partieron de risa.



lunes, 29 de septiembre de 2008

Habemus ordenata

Esta noche nos veremos, eso espero.

Biquiños

sábado, 27 de septiembre de 2008

La profesora







"Granny Smith Apples" - Ivan Makarov


Cristina era la profesora de 7º curso. Era una mujer madura pero muy guapa todavía. Hacía cuatro años que había llegado al pueblo. Su vida en él transcurría sin sobresaltos. Conocía a todos los vecinos, sus vidas, sus inquietudes. Lo sabía casi todo de ellos. Todos la querían por eso acudían a ella para pedir consejo y para hacerla partícipe de sus vidas. No tenía muchos alumnos: 15 en total. Aquél era un pueblo pequeño. Tenía muy buen carácter: cariñosa, comprensible y de bastante paciencia, sobre todo cuando se trataba de escucharlos con sus preocupaciones. Había tenido un novio antes de irse destinada pero la distancia acabó con lo poco que quedaba de aquella relación. Sus hermanos y sus padres iban a verla de vez en cuando. Vivían relativamente cerca, a 135 kilómetros, aunque la carretera era tan mala que a sus padres, ya mayores, cada vez les daba más pereza hacer ese viaje. Los fines de semana iba al cine con un par de amigas que como ella se habían quedado solteras, a dar paseos por el campo, leía, veía la tele, cocinaba para la semana si tenía ganas... Nada interesante. A menudo pensaba que su vida había entrado en una línea recta por la que caminaba hacia el final que un día llegaría. Sin más. Aún así, este pensamiento no le hacía perder su buen humor y su amor hacia todas las cosas que la rodeaban.

El día que encontró la manzana en el cajón de su mesa, el corazón de Cristina dio un vuelco. Lo primero que pasó por su mente fue preguntar a los niños: ¿quién había sido? Pero... ¿y si no había sido ninguno de ellos? Se enteraría todo el colegio. “¡Bah, es una tontería!”, pensó. Se cuidó de que nadie la viera y la metió en su bolso.

- Bueno, niños, la clase ha terminado por hoy. Haced los deberes para mañana y portaros bien.

Fueron saliendo de uno en uno. El último en salir siempre era Joaquín. Ese niño le tenía robado el corazón. Era el más traste de todos, con mucha diferencia, pero había algo en él que lo hacía especial y distinto a los demás. Era delgaducho, moreno de piel y los caracoles de su pelo tenían el mismo color azabache de sus ojos. A pesar de su comportamiento, en su manera de pensar era más adulto que el resto de sus compañeros. Siempre la despedía con un: “Hasta mañana profe. Que pases una buena tarde o un buen fin de semana”, según fuera el caso.

El día de la manzana Joaquín se había ruborizado al despedirla. Cristina no llegó a verlo porque estaba agachada en el suelo recogiendo unos papeles que se le habían caído del bolso.

Ya en el pasillo, Joaquín respiró hondo y con alivio pensó: “Menos mal que no me ha visto ¿Por qué no habrá preguntado nada? Mejor así. Igual todavía no la vio. Si, yo creo que sí. Creo que metió algo en su bolso. Hoy estaba muy guapa. Siempre que trae esa ropa me gusta mucho”. Cristina llevaba ese día falda negra, blusa azul pálido, una chaqueta negra... y unos mechones de pelo rebeldes se le habían escapado del moño, cayéndole por delante de la cara.

Joaquín empezó a correr por el pasillo del colegio, bajó las escaleras y salió a la calle pensando todavía en ella, preguntándose cómo era posible que no tuviese novio y diciéndose: “Si yo fuese más mayor no la dejaría escapar”.

Cristina también salió del colegio. Pero ella lo hizo despacio. Enfiló la calle que conducía a su casa a las afueras del pueblo. Iba embobada pensando en la dichosa manzana. “¿Y si en ella se encerraba un mensaje? La manzana había sido la tentación de Eva en el paraíso”. Cuando entró en casa lo primero que hizo fue sacar la manzana del bolso y dirigirse a la cocina. Abrió un cajón, cogió un cuchillo y empezó a mondarla despacio. La abrió a la mitad y le sacó las pepitas. Se dirigió a la puerta de atrás de la cocina, la abrió y salió a un patio exterior. Se sentó en la mecedora de mimbre que estaba en el porche cubierto y empezó a mordisquearla, saboreando cada bocado. Era de las que le gustaba: jugosa, ácida y tirando a verde. Estaba deliciosa. Quienquiera que la hubiese puesto allí había acertado en sus gustos. Una vez que se comió la manzana estuvo meciéndose un buen rato hasta que sintió algo de frío. Se levantó y entró en casa.

Joaquín la había seguido a una distancia lo bastante prudente como para que no lo viera. Rodeó la casa para tener una amplia visión de la parte de atrás desde unos setos cercanos. Y la vio allí sentada, saboreando aquella manzana con los ojos cerrados. Algo que no sabía que era se encendió en su interior. Una especie de escalofrío recorrió su cuerpo de arriba a abajo, un cuerpo que cobraba vida por sí mismo. Esa sensación era nueva, no sabía definir lo que le estaba sucediendo. ¿Sería aquello el amor del que tanto hablaban los mayores? Si eso era el amor... el suyo era un amor imposible ya que podía ser su madre. Para lo único que le prestaba verdadera atención era para recomendarle libros de lectura o cuando algún ejercicio de matemáticas no le salía bien y se quedaba al final de la clase para explicárselo con calma. Se acercaba a él y enredaba sus largas manos en aquellas rizos negros ¡Olía tan bien! Él se sentía en la gloria aún cuando le decía: “Ves, tonto, como no era tan difícil”. Mañana le dejaría otra manzana. Sólo el placer de verla así merecía la pena.

Joaquín se fue cuando Cristina entró en casa y cerró la puerta. Tendría que inventarse una buena excusa para explicar el retraso a su madre. Le diría que se había caído, le había empezado a doler mucho un pie y había tenido que quedarse sentado un buen rato antes de poder levantarse de nuevo. Parecía aceptable aunque ella nunca le creía, dijera lo que dijese. Tantos años de trastadas... era lo normal. Aceptaría el castigo de buen grado porque se sentía contento. Muy contento.

Cristina pasó la tarde ensimismada sin entregarse a las tareas cotidianas concienzudamente, como siempre solía hacer. Algo había pasado. Se sentía renovada, distinta. Se le había encendido la ilusión que hacía ya tiempo que se apagara. Algo tan sencillo como una simple manzana había interrumpido la rutina de sus días monótonos, dándoles un toque de misterio. Y una pregunta le bailaba en la cabeza: “Y mañana... ¿qué pasará mañana?”.



jueves, 25 de septiembre de 2008

Quiero ser Sara






"Golondrinas tras la lluvia" - Juan Santos Navarro




Sara es dulce,
dulce como mermelada de arándanos.


Y él lo sabe.


Por eso le gusta volver a sus besos
cada fin de semana,
una y otra vez,
igual que se suceden las estaciones
o las fases lunares.


Sara es abrigo,
abrigo como espigón de puerto.


Y él lo sabe.


Por eso le gusta regresar a sus abrazos
cada fin de semana,
una y otra vez,
igual que retornan los hijos pródigos
o las golondrinas.



miércoles, 24 de septiembre de 2008

¿ Y a ti qué te gustaría?


- ¿Sabes qué me gustaría?
- Conociéndote... cualquier cosa.
- Me gustaría chapotear en un charco como los niños pequeños. Y con unas katiuskas amarillas.
- No es mala idea.
- Nunca tuve unas katiuskas amarillas.
- Te las regalaré.
- Es una tontería, hombre. No hace falta.
- Es una fantasía que se puede cumplir. Tampoco cuesta tanto.
- De mayor tuve unas pero eran azules. No eran las que a mí me gustaban.
- ¿Y por qué te las compraste azules?
- No lo hice. Las elegieron por mí.
- Vaya, pues lo siento.
- No importa.
- ¿Pues sabes a mí qué me gustaría?
- ¿Qué?
- Lo mío es imposible. Y te vas a reir.
- No me hagas rabiar. Dímelo ya.
- A mí me gustaría cazar relámpagos.
- Pues sí que es una locura.
- Imagínate una tarjeta de presentación con mi nombre: "Congo, Cazador de Relámpagos".
- Impresionante. Yo añadiría: "Servicio a domicilio".
- Ya te dije que te ibas a reir.
- Lo siento, es que es gracioso. Te estoy viendo con un traje galáctico, unas katiuskas amarillas y un caza mariposas.
- Cada uno tiene sus sueños.
- Por supuesto. Me parece genial.
- A mí también.
- Tal vez en invierno podamos llevarlos a cabo.
- ¿Por qué no?

martes, 23 de septiembre de 2008

A veces pienso, luego existo ¿no?





"Morning sun" - Edward Hopper

Hoy quería dejar aquí una reflexión que me hice a propósito de mi último post y vuestros comentarios porque veréis, este último post me llenó de mucha satisfacción por varios motivos:

Después de mucho pelear (y cuando digo “mucho pelear” es que me llevó varias horas) conseguí insertar las fotos en el blog, no de la manera que pretendía pero al menos conseguí algo más o menos aceptable. Siempre intento crear una composición armoniosa y lo más bella posible aunque no siempre alcance mi propósito. Muchas de las fotos que realizo no son de una calidad aceptable pero si aún así os las muestro es porque veo en ellas algo que a pesar de la imperfección merece la pena. Como en anteriores viajes, algunas de las fotos las tomo desde la moto, con lo cual se añade una dificultad más, a mis escasos conocimientos sobre el mundo de la fotografía.

Buscar los poemas fue una labor de rastreo al modo de los indios arapajoes. Leí y releí un montón de poesías diversas por Internet durante un par de días y rebusqué por los libros de casa, antes de dar con los poemas que a mí me parecía que aportaban a las imágenes aquello que quería expresar. Descubrí muchos poemas que desconocía lo cual siempre resulta estimulante. Y al final, a las dos de la mañana del sábado, conseguí quedar bastante satisfecha con la labor realizada.

Sé que visto así el post parece que no tiene mucho trabajo y que podría hacerse (para algunos) en un abrir y cerrar de ojos pero a mí me hizo sudar la gota gorda. También es verdad que soy bastante torpona con la informática. Bueno, aclaremos, más que torpona soy un poco impaciente con el ratón, lo muevo, toco aquí, toco allí, no le doy tiempo al ordenador a que realice las tareas, me desespero, vuelvo a empezar…. el ordenador se bloquea… yo me desespero… ¡¡Grrrrrrr!!.

Con todo lo expuesto anteriormente (me sale la vena formal, lo siento), deciros que vuestros comentarios me saben a gloria, a ambrosía, a todo lo más rico que imaginaros podáis. Sé que mi satisfacción personal ya significa mucho en sí misma, pero vuestra satisfacción es el mejor regalo para mi trabajo.

El blog lo creé sobre todo para disfrute personal y para dar a conocer los textos que escribo pero también lo lleno cada día pensando en vosotros: lectores anónimos (algunos) y conocidos (otros). Intento contagiaros mis sentimientos, entreteneros, divertiros (si puedo) y enseñaros alguna cosa nueva que puede que no sepáis (cosa que dudo mucho). Intento daros lo mejor de mí misma desde la humildad y el cariño. Porque he de decir que poquito a poco os he ido tomando mucho afecto, un afecto que permanece aún cuando hayáis dejado de escribir en vuestros blogs asiduamente o para siempre (espero que no): Elbereth, Fortimbras, Álex, Sol solito, Diana…

Y esa es la reflexión que quiero compartir con vosotros: Que es necesario aprender a mirar nuestro trabajo y el de los demás con respeto, pensando que detrás de cada imagen, de cada palabra, enlace o canción, hay muchas horas, muchos sueños. A veces sale bien y otras no tan bien. Lo importante es que sigamos intentándolo. Y siempre, siempre, agradeciendo los comentarios, las críticas constructivas, los consejos, los buenos sentimientos, los versos…


Gracias por estar ahí, al otro lado.




sábado, 20 de septiembre de 2008

Club BMW Touring de España - Las Batuecas 12, 13 y 14 Septiembre 2008





-LA ALBERCA-






"YO VOY SOÑANDO CAMINOS" - ANTONIO MACHADO.

Yo voy soñando caminos
de la tarde. ¡Las colinas
doradas, los verdes pinos,
las polvorientas encinas!...

¿Adónde el camino irá?
Yo voy cantando, viajero,
a lo largo del sendero...
—La tarde cayendo está—.

En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día;
ya no siento el corazón.

Y todo el campo un momento
se queda, mudo y sombrío,
meditando. Suena el viento
en los álamos del río.

La tarde más se oscurece;
y el camino se serpea
y débilmente blanquea,
se enturbia y desaparece.

Mi cantar vuelve a plañir:
Aguda espina dorada,
quién te volviera a sentir
en el corazón clavada.




-VEJEZ EN EL PUEBLO-

"11" - ALEJANDRA PIZARNIK

ahora
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada



"LA CARENCIA" - ALEJANDRA PIZARNIK

Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.




-PEÑA DE FRANCIA-






"VENCIDOS" - LEÓN FELIPE

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.

Y ahora ociosa y abollada va en el rucio la armadura,
y va ocioso el caballero, sin peto y sin espaldar,
va cargado de amargura,
que allá encontró sepultura
su amoroso batallar.
Va cargado de amargura,
que allá «quedó su ventura»
en la playa de Barcino, frente al mar.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar.
Va cargado de amargura,
va, vencido, el caballero de retorno a su lugar.

¡Cuántas veces, Don Quijote, por esa misma llanura,
en horas de desaliento así te miro pasar!
¡Y cuántas veces te grito: Hazme un sitio en tu montura
y llévame a tu lugar;
hazme un sitio en tu montura,
caballero derrotado, hazme un sitio en tu montura
que yo también voy cargado
de amargura
y no puedo batallar!

Ponme a la grupa contigo,
caballero del honor,
ponme a la grupa contigo,
y llévame a ser contigo
pastor.

Por la manchega llanura
se vuelve a ver la figura
de Don Quijote pasar...






-MIRANDA DEL CASTAÑAR-



ENSEÑA CÓMO TODAS LAS COSAS AVISAN DE LA MUERTE - FRANCISCO DE QUEVEDO Y VILLEGAS

Miré los muros de la Patria mía,
Si un tiempo fuertes, ya desmoronados,
De la carrera de la edad cansados,
Por quien caduca ya su valentía.

Salíme al Campo, vi que el Sol bebía
Los arroyos del hielo desatados,
Y del Monte quejosos los ganados,
Que con sombras hurtó su luz al día.

Entré en mi Casa; vi que, amancillada,
De anciana habitación era despojos;
Mi báculo más corvo y menos fuerte.

Vencida de la edad sentí mi espada,
Y no hallé cosa en que poner los ojos
Que no fuese recuerdo de la muerte.






-DE TIENDAS-









"SALAMANCA SALAMANCA" - MIGUEL DE UNAMUNO

Salamanca, Salamanca,
renaciente maravilla,
académica palanca,
de mi visión de Castilla.

Oro en sillares de soto
en las riberas del Tormes;
del viejo saber remoto
guardas recuerdos conformes.

Hechizo salmanticiense
de pedantesca dulzura;
gramática del Brocense,
florón de literatura.

¡Ay mi Castilla latina
con raíz gramatical,
ay tierra que se declina
por luz sobrenatural!












jueves, 18 de septiembre de 2008

Las preguntas





"Bed" - Bill Boyd




A menudo Sara se cuestionaba toda su vida por entero.

Sucedía, por lo general, como reacción a cualquier acontecimiento externo. Ayer, por ejemplo, empezaron a llegar las preguntas después de salir del cine.

¡Joder, que triste la había puesto la película! Le había gustado, eso sí. Mucho. Pero era triste, muy triste. Le había removido algo por dentro.

Ya en casa y mientras preparaba la cena, intentaba aparentar normalidad pero no le salía. Miguel, que no había querido acompañarla al cine, merodeaba a su alrededor para hacerla salir de su ensimismamiento porque presagiaba, y con razón, que la mirada de Sara no traería nada bueno.

- A ver, cariño, no seas mala, cuéntame algo de la peli.
- Te hubieras venido.
- Ya sabes que tenía trabajo por hacer.
- Excusas. Si de verdad te hubiera apetecido verla habrías buscado un hueco.
- Vale, tienes razón. No te enfurruñes.
- Lo siento, es que no se qué me pasa. Me he puesto rara. Ya sabes...
- No te preocupes, anda. Si quieres decirme algo ya sabes que puedes contar conmigo.
- Lo sé, cariño. Anda, vamos a cenar que el revuelto ya está listo.
- Está bien, apago la tele del salón y vengo.
- Ok.

Cenaron, se fueron un rato a ver la tele y después se acostaron. Nada más apagar la luz, Sara no pudo más. Los lagrimones empezaron a brotar a pasos agigantados. Cuanto más quería consolarla Miguel, más lloraba y más se le atascaba la naríz, dificultándole la respiración.

- ¿Qué te pasa Sarita?
- Estoy triste.
- ¿Por qué te has puesto así?
- No lo sé. Supongo que fue la peli y ya sabes, todas esas malditas preguntas que siemrpe vuelven.
- Sara, cariño, ya lo hemos hablado muchas veces ¿Quieres que nos levantemos y te preparo un poleo?
- No, estoy bien. Se me pasará. Ya verás. En un ratito estaré como nueva.
- Nadie es perfecto, Sara. Y por mucho que lo intentes tampoco tú lo serás nunca.
- Es que...
- Intenta respirar despacio y relajarte. Intenta no darle vueltas a la cabeza. Te haces daño, Sara.
- Está bien. Voy a intentarlo, en serio. Dame la mano.
- Anda, ven, mejor acurrúcate así...
- Me gusta tu olor. Siento mucha paz cuando te tengo tan cerca y oigo los latidos de tu corazón.
- Chistttt!

¿Era una buena madre o tendría que hacer más?
¿Era una buena compañera para Miguel? ¿Estaba a su altura realmente?
¿Era una buena hija? Últimamente notaba que no había empatía con su madre, que cuando estaba con ella se ponía muy nerviosa. Y ella no sabía disimular.
¿Era una buena amiga de sus amigos? Le costaba asumir que personas que habían formado una parte muy importante en su vida ya no estaban o bien se habían alejado. Ella se echaba la culpa pero tal vez sólo eran que los caminos a veces se separaban, o se estrechaban y sólo se podía caminar de uno en uno.
¿Estaba bien considerada en su trabajo?
¿Qué demonios era ella? ¿Cómo la verían los demás cuando ella misma veía su propia imagen tan distorsionada?
¿Se harían otras personas las mismas preguntas?

- Joder, Sara ¡Qué patética eres!, se dijo a sí misma, mientras se clavaba las uñas de sus manos en la pierna izquierda, en profundidad pero despacio, para que Miguel no se diese cuenta.

Y así, entre el dolor y la tibieza del cuerpo de Miguel, se fue quedando dormida.



miércoles, 17 de septiembre de 2008

Última parada: La Alberca (Salamanca)










A mí los viajes me ponen muy nerviosa. No puedo evitarlo. Claro que hay pocas cosas en esta vida que no me pongan nerviosa. Nací así y hay que fastidiarse si no fuera tan educada, tan divina de la muerte, etc., diría: “Hay que joderse”).

Por eso ahora mismo estoy sentada en la plaza número 17 de un Alsa rumbo a la capital, chorreando por mis cuatro pequeños costados y con el corazón a punto de salírseme por la boca. Es una pena, lo sé, porque una vez puesta en acción me lo paso estupendamente pero todavía no he conseguido vencer mis miedos y ansiedades a este respecto. Y eso que siempre me espera alguien en el destino porque sino creo que ya no sería capaz de emprender ruta.

El psicólogo me dijo una vez, cuando tratamos este tema, que debería emprender un viaje en solitario, sin que nadie me esperara en algún lugar. Por cierto, esto me recuerda un libro estupendo de relatos: “Quisiera que alguien me esperara en algún lugar” de Anna Gavalda, que desde aquí os recomiendo.

A lo que íbamos, el psicólogo cree que viajando sola superaría de una vez mi trauma. Está convencido además de que no tendría ningún problema porque dice que dispongo de todos los recursos necvesarios para defenderme en un caso de apuro y que soy lo suficientemente sociable como para encontrar personas con las que hablar a lo largo de lo que sería mi experiencia viajera. Yo también quiero verlo como él pero no lo tengo claro.

Lo que más miedo me da es sufrir una crisis de ansiedad repentina y encontrarme tan perdida y sola que podría hasta morirme. Es absurdo pero es que los miedos son así. También tengo miedo que me roben y que nadie me ayude o a verme envuelta en alguna de esas peripecias surrealista que salen a veces en los noticiarios o en alguna película ¿Recuerdan aquel anuncio que empezaba así: “Iba sola paseando por la Casbah cuando de repente me vi envuelta en un tumulto…”? Bueno, pues algo así pero en versión Aldabra. En fin, hasta ahora me las he ido arreglando como he podido: sudando, con pastillas y haciendo ejercicios de respiración. Mientras sigo soñando con emprender mi gran viaje de aventura como alguno de los que veo en esos documentales de la tele que tanto me gustan.

Y es que hasta ahora, soñar nunca me ha dado miedo. Algo bueno había de tener ¿no?






lunes, 15 de septiembre de 2008

Desorden interno

Alexander Kharlamov

las cortinas desgastadas,
los cuadros de la pared torcidos,
las sábanas enroscadas
abandonadas en la alfombra,
las zapatillas debajo de la cama
confundidas con las pelusas rancias,
una taza de infusión olvidada
en la mesita de noche,
y el aire viciado
que guardaba la esencia de las últimas noches

supo que era el momento,
abrió la ventana de par en par
y se sentó en el sillón,
a esperar

dejaba transcurrir el tiempo
contando las partículas flotantes
que se filtraban entre los rayos de luz,
y a su mente llegaron aquellas
palabras que hasta ese día
habían permanecido en un cajón
del armario trastero del pasillo

se levantó como un autómata
y entró en la cocina

- allí también se respiraba desorden -

con la garganta seca
abrió el grifo del agua
y llenó un vaso,
el timbre de la puerta sonó
estridente,
parado ante el fregadero
bebió sin prisa,
después tragó saliva
y fue hacia la entrada

el ruido de la llave
despertó las últimas dudas,
las más depredadoras,
y se vió envuelto en sus telarañas
como una pequeña mosca
a punto de ser devorada,
salvajemente

el impacto de aquellos ojos de leona acorralada
lo llenaron de miedo

- no quería mirarla -

una leve brisa
avanzó por el pasillo sigilosa
rozó su rostro desencajado
y lo devolvió a la realidad

pasa -le dijo,
voy a cerrar la ventana,
hay corriente.

martes, 9 de septiembre de 2008

Angustia




"Door" - Ozmen Ozturk

y justo en aquel instante
los cuchillos empiezan a caer
rectilíneos
desde el techo de la habitación
dibujando sobre la cama
la silueta de dos cuerpos
que se abrazan
para olvidar la rabia
sin palabras, sin gemidos

- un hombre y una mujer
en una habitación -

del colchón brotan muelles rotos
jirones de tejido despedazado
y un sudor frío
que les hiela sigilosamente
las articulaciones

- un instante de miedo
entra en escena -

con movimientos
lacerantes pero certeros
tratan de desasirse
intentando evitar los zarpazos
que siguen lloviendo
ahora, desde la lámpara de bronce

-una lluvia grís
golpea la persiana –

las flores de los cuadros
en la pared oscura
ríen como máscaras burlonas
la desnudez de los amantes,

- saben que el futuro no existe
tras la puerta de madera maciza -






jueves, 4 de septiembre de 2008

¿No te das cuenta que no lo deseo?




Sara se encontró en la playa con aquella amiga del instituto. Hacía bastante tiempo que no veían así que después de hablar de las cosas triviales de siempre y de ponerse al día le soltó sin más:

- Ah, por cierto! ¿Te has enterado de que murió Pablo?
- ¿Pablo? No, no sabía nada.
- Tuvo un accidente de coche. Iba solo y se fue de la carretera. Murió en el acto. Ya hace casi un año.
- No me enteré.
- Pensé en llamrte pero supuse que lo sabrías porque fue muy comentado. Informaron del suceso en las noticias de la TV Local y salió en el periódico.

Siguieron hablando un rato más y se despidieron.

Sara se sentó en la arena, agarrándose las piernas dobladas con los brazos y aunque habían pasado al menos 22 años todavía podía recordar con bastante claridad cómo había transcurrido todo.

De aquella historia había imágenes, palabras y gestos que todavía seguían nítidos en su cabeza, en cambio otros estaban difuminados, desvaídos. Hacía ya algunos años que su corazón le había perdonado y que se había perdonado a ella misma. Había sido una liberación. Con el perdón habían desaparecido el dolor y la rabia.

Sara conoció a Pablo a finales del verano de 1980. Ella iba a cumplir pronto 18 años y él era 10 años mayor. Asistían juntos a la misma Academia a clases particulares. Estaban preparando unas oposiciones.

Cuando le vió entrar aquella tarde en el aula sintió un auténtico flechazo. Era como esas imágenes de película. Parece que la atracción fue mutua porque a los pocos días Pablo le decía si podría llamarla algún día por teléfono para quedar y salir a dar una vuelta. Era más de lo que podía esperar y no acababa de creérselo. Que aquél chico tan mayor se hubiese fijado en ella era increíble. La mayor parte de las veces quedaban con su pandilla, eran todos más mayores y ya estaban en la Universidad. Sara no se amedrentaba, era bastante madura para su edad y no tardó en congeniar con ellos. Eso sí, tenía que regresar más temprano a casa.

Pablo ya tenía coche y empezaron a perderse solos por ahí alguna vez que otra. Con la disculpa de escuchar un poco de música detenía el coche por cualquier camino y la besaba, le tocaba los pechos pero sin pasar de ahí. Para ella todas aquellas caricias, aquellos besos... eran nuevas experiencias. Estaba enamorada, estaba despertando al sexo y se dejaba llevar porque su experiencia en ese terreno era nula. Nunca había estado tan cerca de un chico. Él era mayor y se suponía que debía ser el que manejara la situación. Así pasaron 4 meses.

Entrando ya en Febrero llegó una fecha muy señalada para las parejas enamoradas, el día 14, un día especial para ella que lo iba a vivir por primera vez con alguien a quien adoraba. Sara le había regalado una foto suya, hacía un tiempo que Pablo se la había pedido y él le había regalado un encendedor Zippo de acero grabado con su nombre. Le había hecho mucha ilusión si bien no era un regalo muy romántico, la verdad. Ese día había pedido permiso para llegar un poco más tarde a casa y se lo habían concedido, así que disponían de más tiempo para estar juntos. Cuando empezó a anochecer condujo el coche por uno de esos caminos que él conocía tan bien y empezaron de nuevo los besos, las caricias... pero esta vez empezó a tocarla un poco más allá de lo que acostumbraba. Ella se empezó a sentir mal, no quería, todavía no estaba preparada, no quería que sucediese así, no quería perder la virginidad de aquella forma... en un coche... quería que fuese algo especial. Le pidió por favor que parase. Él ya no la oía. La penetró y estuvo dentro de ella hasta que se sintió satisfecho. Ella sólo recuerda sus propias palabras martilleando: “No quiero, por favor, no lo hagas, no quiero”. Una vez. Otra vez. Y otra: “No quiero, por favor, no lo hagas”. Y la frase final de Pablo: “Lo siento, se ha roto el preservativo, pero no te preocupes. No creo que haya pasado nada”.

Cuando llegó a casa todavía no sabía muy bien qué había pasado. Aquello no era lo que esperaba. En las películas y en los libros que a Sara le gustaban esa primera vez era algo dulce y tierno. Y no había sentido ni un solo instante nada de eso. Sara sólo había sentido decepción, angustia, vergüenza e incluso un algo de miedo de Pablo… Pablo ¿quién era ese nuevo hombre?
Por eso en cuanto llegó a casa no quería recordarlo, necesitaba borrarlo de su cabeza. No quería. No había pasado. Todavía no. Y como una posesa, restregó su bajo la ducha para que no quedase nada ni una sola huella. Borrar la sangre, el dolor, las lágrimas, el asco. Aunque lo que más la preocupaba, por supuesto, era el miedo a haberse quedado embarazada. Con eso sí que no podría.

Durante la semana Pablo la llamó alguna vez y el sábado que era cuando se suponía que debían verse la telefoneó: “… Verás, Sara, te quiero mucho pero me quiero más a mí mismo”. Así, lisa y llanamente. No quería salir más con ella. No quería verla más. De repente ya no era su niña chica. Ya está. Fin.

Al oír aquellas palabras quiso que la tierra se la tragase y fue en ese preciso momento cuando la verdad la golpeó de lleno. A eso se reducía todo ¡Pobre imbécil! Y se sintió tan utilizada, tan humillada, tan pequeña... por no haberse dado cuenta de lo que había buscado en ella. Se sintió violada, eso es. Y de todos aquellos sentimientos de dolor que la invadieron, el peor fue el de autoculpabilidad por dejarse llevar, por no haber salido corriendo de aquél maldito coche al primer NO que salió de su garganta.

No, no. No, ¿no te das cuenta que no lo deseo?