lunes, 4 de febrero de 2008

Libélula

(1) Soñando con “Congo”


Esta noche soñé con Congo.

Quedábamos para tomar una infusión después de comer. Lo llevaba a una cafetería que hay en la parte alta del puerto totalmente acristalada desde donde se divisa gran parte de la ría. La tarde estaba despejada y el sol que no había querido salir durante la mañana empezaba a calentar con fuerza. Estábamos solos en el local y hablábamos de lo que habíamos hecho durante la mañana.

Al salir de allí le proponía ir a un lugar que estábamos viendo desde la cafetería. Una ermita en lo alto de un monte cercano. Subimos al coche y llegamos hasta ella para disfrutar de la vista de la ciudad y del primer abrazo de la tarde.

Decidimos iniciar un sendero que nos separaría del resto del mundo durante los minutos que le robaríamos a la vida real. Y comenzamos a subir por el camino estrecho y escarpado hasta llegar al punto de más altitud en donde aparecía una piedra enorme y plana que parecía puesta allí para nosotros. Sin consultarnos siquiera, como en una comunicación de silencio, dirigimos nuestros pasos hacia ella y nos tendimos mirando al cielo. Pasó una libélula cerca de nosotros pero cuando quería enseñársela a Congo ya se había ido lejos. Congo me decía que las libélulas mordían pero a mí me parecía imposible. Veíamos la luna y nubes pequeñas desparramadas al desdén sobre el cielo.

Así relajados y dejándome llevar por la tarde tan agradable le proponía a Congo que podíamos irnos en el verano unos días por ahí. Perdernos sin rumbo conocido. Tal vez pudiéramos hacer coincidir una de nuestras semanas de vacacioneos y salir sin pensar hasta que lugar nos llevaría nuestro deseo. A Congo le parecía buena idea pero se reía a carcajada limpia. Decía que le resultaba graciosa mi propuesta porque siempre me estaba perdiendo en todas partes con lo despistada que era, que no haría falta que llegásemos muy lejos.

Y mientras veía reír a Congo en mi sueño, sonó el despertador y ví como la habitación cobraba vida en mis ojos con la luz que se colaba por los resquicios de la persiana a medio bajar.


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