jueves, 24 de enero de 2008

Tener una freidora en mi vida... no está tan mal.

Mi querido Congo:

¿Te has dado cuenta que con las prisas me he vuelto a olvidar de poner el encabezamiento a tus cartas? Espero que no me lo tengas en cuenta porque ya sabes lo desastre que soy y que por lo tanto lo hago sin darme cuenta.

Dicho esto, vamos allá.

Bueno, bueno, bueno, no sé por dónde empezar, Congo. Ha quedado muy bien esta frase pero en realidad no tengo nada importante que contarte. A veces pienso que mis días son muy anodinos, que estoy pasando por la vida sin pena ni gloria, que se suele decir. Pero luego pienso (más que nada por animarme), que las cosas pequeñas son las que de verdad importan y que tampoco se trata de ser una Madame Curie, entre otras cosas, porque ya hubo una y las personas son únicas e irrepetibles ¿no?

Y repito otra vez: Dicho esto, vamos allá.

Hoy hace un día fantástico a pesar de que soy mujer, tengo la regla y por la noche no pude dormir con el dolor de tripa. Pero luce el sol, la tempetura es agradable y las gaviotas revolotean contentas mientras destacan sus contornos aerodinámicos en el telón azul de un cielo despejado (¡¡ Ayssss!!... ¿Quedó un poco cursi?)…

Corre el telón que vuelvo a salir de nuevo al escenario.

Me encantaría escaparme de la oficina, coger el coche y acercarme a alguna de las playas de la comarca para pasear por la orilla del mar, mojar los pies (bueno, tendría que pensarlo un poco poque el agua estará congelada), hacer unas fotografías o simplemente escuchar las canciones del mar llegando a la orilla ¿Por qué no te teletransportas y te vienes conmigo? Anda, Congo, por favor, inténtalo ¿No te gustaría acompañarme?

Vale, vale, vale ya. Vuelvo a la realidad.

Ayer pedí a mi madre que subiera a casa para abrir la caja que dormía en la cocina y descubrir mi bonito regalo. Quería compartir con ella esa satisfacción tan grande (je je je). Y la verdad es que al ver su cara, yo también empecé a mirar a la freidora con otros ojos. Más desde que tú, Congo, me convenciste de las ventajas de tener una freidora en mi vida. Para mi sorpresa cuando comenzamos a descuajiringarla, ver sus piezas y su funcionamiento pues ya me pude imaginar friendo todo tipo de cosas. Incluso creo que voy a poder freir en ella mis malos pensamientos, humores, neuras y demases. Como es el tamaño grande cabe de todo… Y además, se puede meter toda enterita por piezas en el lavavajillas ¡¡Toda entera, Congo!! Bueno, es que es para alucinar.

Salvo este ínfimo trabajo dediqué la tarde de ayer a la vida contemplativa. Se que te parecerá imposible porque soy un culo inquieto pero así fue ¡Qué ganas tenía! Me dediqué a escuchar música agradable y relajante. Ir a la librería más cercana a pie dando un paseo para poder realizar un pequeño trabajo de manualidades. Y poco más ¡Ha sido fantástico!

Al volver pegué “nuestro” cartel en el espejo de la cómoda. Así puedo leerlo desde la cama nada más acostarme o levantarme, o cuando me vaya a mirar al espejo. Aunque seguro que en un par de días ya lo habré aprendido de memoria y me quedará grabado para siempre. Bueno, eso si el Alhzeimer incipiente me lo permite.

P.D.: Gracias por tu apoyo. M.G.E.C.

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