viernes, 25 de enero de 2008

Por ti, Quela





Querido Congo:

He pensado empezar mi carta de muchas maneras. Créeme que de verdad lo he intentado. Pero ¿cómo puedo hablar de algo que para mí es muy triste sin transmitirte parte de mi tristeza? Es imposible. Y es que a las cosas hay que llamarlas por su nombre y tratarlas de acuerdo con su naturaleza.

Así que hoy (lo siento Congo) me toca hablarte de algo triste. Y supongo que ya sabes más o menos de lo que se trata.

Hoy Quela cumpliría 18 años si no fuera porque hoy también, justamente, se cumplen 6 meses desde que nos dejó. A pesar de que el tiempo va pasando no me resigno a pensar que ya no la veremos nunca más. Es que es muy triste, Congo, por eso no quiero resignarme.

Esta tarde Senia irá con sus padres hasta los acantilados en donde se esparcieron sus cenizas. Creo que la imagen de su padre abrazando la pequeña urna antes de desprenderse de ella para lanzarla al mar, me va a acompañar siempre hasta que yo también me vaya ¡Al final que poca somos, Congo!... Un número a sumar en las estadísticas anuales… Un titular de un periódico cualquiera: Una joven adolescente pierde la vida en un accidente de tráfico al chocar la moto que conducía… Un puñado de polvo. Nada más.

Senia todavía sigue pensando mucho en ella. Y llora. Ayer por la tarde me contaba en la cocina, mientras preparaba la carne asada, que ahora no tenía “una mejor amiga” que se llevaba bien con sus nuevas amigas pero que ninguna era la mejor. Yo le dije que tampoco eso estaba tan mal y que el tiempo, que todo lo adormece, haría que alguien especial sobresaliese por encima del resto sin minusvalorar a nadie. Sin Quela está un poco desvalida porque era un apoyo muy importante y muchos años de amistad, desde que tenían 8 años y coincidieron en un campamento de verano.

En fin, Congo, así es la vida. A veces toca reir y otras llorar. Ahora Quela descansa para siempre en la playa que tanto adoraba, la playa que también la llevó, de algún modo a la muerte, porque estaba en ella antes de salir a dar aquel paseo fatídico. Sé que está allí, en las olas, en la arena, en la brisa, en los juncos, en cada tabla de surf y en cada corcho.

Y ya por último, me gustaría despedir hoy esta carta, con un pequeño fragmento del libro “El profeta” de Khalil Gibrán, que leí para los que estábamos reunidos, el día que despedimos a Quela:

“Pueblo de Orfalís: El viento me ordena dejaros.
Aunque tengo menos prisa que el viento, debo irme.
Nosotros, los errantes que buscamos siempre el camino más solitario, no empezamos un día hemos concluído el anterior, ni hay aurora que nos encuentre donde nos dejó el crepúsculo.
Porque incluso mientras la tierra duerme, viajamos.
Somos semillas de una planta tenaz, y en nuestra madures y plenitud de corazón nos entregamos al viento y nos diseminamos.
Breves fueron mis días entre vosotros, más breves aún las palabras que os dije.
Más si mi voz se muere en vuestros oídos y mi recuerdo se desvanece en vuestra memoria, entonces volveré.
Y con el corazón más lleno y unos labios más obedientes al espíritu, volveré a hablaros.
Sí, volveré con la marea.
Y aunque la muerte me esconda, y el silencio me envuelva, buscaré vuestro espíritu.
Y no buscaré en vano.”

Te seguimos queriendo Quela.
Te quiero Congo.

2 comentarios:

Myriam dijo...

¡Qué triste e injusto que una vida tan joven se haya ido y que sentido homenaje el tuyo, Quela sigue viva en vuestro recuerdo!

Besos a Congo, a Tí y a Senia.

Julio César Carranza dijo...

El dolor por el ser que se nos adelanta es siempre incomprensible. Hay tanta teoría, conjeturas, soluciones posibles, acerca de la trascendencia a la muerte, con base biblica o no. La verdad, querida Aldabra, tengo la esperanza que vovelremos a encontrar a nuestros seres amados en un mundo mejor. QUe el dolo no te embargue, querida amiga. Y sigue publicando tus entradas tan deliciosas.

UN abrazo y QUe DIos te bendiga.